Hace unas semanas nos informaba EL MUNDO de que la tecnología ha hecho posible que un paciente con Síndrome de Usher -sordo, mudo y ciego- pueda ver. En concreto, lo han conseguido unas gafas comerciadas por Second Sight y la capacidad quirúrgica del doctor Jeroni Nadal, de la clínica Barraquer, un centro privado dedicado a la investigación, tratamiento y control de enfermedades oculares. Fueron ellos y el mismo doctor Nadal quienes probaron el implante por primera vez en España hace un año. Desde entonces se han hecho más de 100 operaciones alrededor del mundo. De entre ellas, sólo dos a pacientes sordos, mudos y ciegos. Una de ellas, la semana pasada en la Clínica Barraquer.
El dispositivo en cuestión, llamado Argus II u ojo biónico, está compuesto por unas gafas con una minicámara de alta definición, que se conecta mediante cableado hasta un VPU -«una especie de teléfono móvil», dice el cirujano Jeroni Nadal- que va directo a una antena. Las imágenes captadas por las gafas se convierten en un impulso eléctrico que, con dicha antena y por telemetría, se dirige a la prótesis insertada en la zona periocular del ojo.
Es decir, alrededor del ojo se coloca una especie de cinturón que estimula la retina interna, para que la información pase por el nervio óptico y se dirija a la parte trasera del cerebro que es por donde vemos. «El cerebro interpreta esto como una visión artificial y tiene una respuesta visual», explica el doctor, «así el paciente puede recuperar hasta 20 grados centrales de visión [todo lo que cabría, aproximadamente, entre los dos brazos estirados hacia delante]».
Técnicamente hablando, los pacientes que sufren de retinosis pigmentaria -un conjunto de enfermedades oculares crónicas, degenerativas y de origen genético- tienen enfermas las capas externas de la retina, donde se hallan todos los fotoreceptores. Así pues, lo que consigue el dispositivo de Second Sight es sobrepasar este defecto y estimular directamente las capas internas;se salta el paso de la captación y producción eléctrica para ir directamente a estimular la capa de células ganglionares -células nerviosas esenciales para la visión-.
Las dificultades, no obstante, vienen por otro lado. «El problema que hay aquí es el estrés oxidativo, que no es otra cosa que la respuesta laboral que dan las células», explica el cirujano. «Si el estrés oxidativo es muy alto, se produce un envejecimiento acelerado de todas las células; si este estrés oxidativo lo multiplicamos por 10 y lo aplicamos a una retina con una alteración metabólica de base, es posible que la cansemos antes de tiempo». Así, es esencial encontrar el equilibrio entre dar un estímulo suficiente para identificar las imágenes y no generar dicho efecto.
Además, este tratamiento no cura todos los tipos de ceguera. Explica Jeroni Nadal que cuando el nervio óptico está dañado no hay nada que hacer. Y, en el caso de que el origen sea otro, esta cirugía sólo puede hacerse si la ceguera no es de nacimiento y si el paciente es mayor de 25 años dado que es imprescindible la memoria visual previa. Lo resume el mismo doctor: «La persona que es ciega de nacimiento no puede reconocer el impulso que recibe el cerebro, porque no lo sabe identificar».
De todos modos, no es la única forma que tiene una persona ciega de recuperar la vista. Actualmente se dan tres líneas de investigación básicas. Por un lado, la terapia génica -introducir genes modificados dentro de una célula enferma con tal de hacerla viable; por otro, la terapia con células madre. Y ahora, las gafas de Second Sight. En este sentido, el doctor Nadal se muestra seguro de que pronto podrán tratarse enfermedades que hoy no tienen cura con sendos tratamientos: «Son tres líneas que cambiarán, igual que la oftalmología, otras muchas patologías de todo tipo».
En medio de todo esto, la aparición de Argus II «se debe a que una empresa invierte más de 150 millones de dólares en que esta tecnología militar sea puesta al servicio civil», explica el doctor Nadal. De hecho, fue la propia empresa la que contactó con él para ver si podría ser la clínica Barraquer -y él, más específicamente- la primera en implantar el dispositivo en España. Buscaban al mejor cirujano, porque no querían que un fallo de técnica quirúrgica condicionara los resultados. Y sólo hay dos médicos capaces en España, uno de ellos, el doctor Jeroni Nadal.
Así lo hizo y así revolucionó la medicina española. Ahora ha vuelto a hacerlo con la operación a un paciente con Síndrome de Usher. «Son pacientes complicados en cuanto a rehabilitación y los laboratorios suelen rechazarlos por la dificultad que encuentran a la hora de transmitir el aprendizaje posterior», detalla el doctor. Sin embargo, Barraquer sí pudo, precisamente, por disponer de la estructura técnica necesaria, de un profesional a la altura y contar con una intérprete táctil que se encargará de transmitir la información al paciente. Y éste feliz.
«Es un hombre que no parece tener miedo a nada, es un tío terriblemente valiente, optimista, con una potencia mental extraordinaria y que lo ha vivido con mucha ilusión», dice, sonriendo, el cirujano. Y todo ha ido muy bien, así que en la clínica esperan aumentar la lista de espera y que mucha más gente se anime, a pesar del elevado coste de la operación y el implante.
Sólo resta esperar la reducción de coste y la multiplicación de las personas habilitadas para la operación a medida que el dispositivo se afiance con el tiempo. «El futuro es sensacional» concluye el doctor Jeroni Nadal. «El primero que ha diseñado esta tecnología ha abierto un camino a todo lo que está por venir».